lunes, 1 de septiembre de 2008

Casa sagrada

©Marta Balbi
Dibujo: Casa sagrada

El pensamiento indígena es un razonamiento lógico de la vida, con relación a las intimidades de respeto y reverencia a la Madre Tierra. Esta tradición la han seguido y transmitido desde siempre.

Hace algunos miles de años un cataclismo los obligó a emigrar, entonces se distribuyeron en esta tierra continental Abya Yala, eligiendo para cada etnia un lugar privilegiado por su belleza, y cada uno de esos lugares ha sido desde entonces para cada uno de sus pueblos, el corazón del mundo.

El territorio en el que se establecieron es su casa sagrada.

La forma como está distribuida geográficamente, con sus fuentes de agua, montañas y llanos, minerales, formas de vida vegetales y animales, conforman un cuerpo vivo que determina la peculiar forma de vincularse y consustanciarse con la naturaleza sagrada, fuerza y energía de cada lugar.

Son hijos de la tierra en que se reconstruyeron y volvieron a organizarse.

Los primeros que llegaron aquí y tomaron posesión distribuyeron como herencia los territorios familiares que dieron origen a los clanes. Luego también determinaron cuáles serían para cada uno las semillas sagradas para su subsistencia, distribuyeron las minas, y los bosques, y entendieron las leyes que establecía la región para que les permitiera compartir sus bienes.

Ser “civilizado” es eso; saber escuchar y respetar las condiciones que imponen nuestros Hermanos Mayores: el Suelo, el Agua, el Sol, el Aire y los Dueños de las plantas y animales.

La lectura y comprensión de esas leyes quedó a cargo de los Maestros de Sabiduría de los diferentes clanes. Ellos, y los ancianos, les enseñaron cómo proceder para cuidar el territorio y a su gente.

Los Maestros de Sabiduría entienden el mensaje del Sol – Fuerza Padre- Fuerza del Día, de la Salud y de la Vida;

Y entienden la sabiduría de la Luna, - Fuerza Madre-, Fuerza de la vegetación, de la cosecha, de la Noche, de la Oscuridad, del Silencio, de la enfermedad, de la muerte-viva.

El Sol es el ojo del mundo; los pueblos antiguos cumplen con sus leyes; a través de la observación de sus ciclos, conversan con Él.

La identidad de los pueblos originarios les es otorgada por el suelo, sus simientes, su clima, su aire, sus reparos rocosos, sus vientos, sus aguas.


En presencia de la semblanza y energía de la Madre Tierra en cada latitud, el Padre Sol estableció los calendarios de recolección y siembra, las leyes del suministro de energía terrenal y espiritual, física y psíquica, orgánica y mental, para que fueran cumplidas y profundizadas sus leyes sobre este planeta –sin distinción alguna-, para que la gente supere una y otra vez sus limitaciones, y despliegue su gracia.

El cielo es lo infinito.
Los tiempos del cielo son infinitos.

Una y otra vez, las diferentes y sucesivas civilizaciones cuentan los mismos astros, las mismas estrellas.
Lo terrenal está sujeto a cataclismos de fuego telúrico (el choque de las placas) y a las consecuencias de los giros de la tierra que viaja en el Sistema Solar por el espacio, modificando sus temperaturas medias, congelándose y licuándose sus aguas.

Sin embargo si se mira con inteligencia se advierte que existe un matrimonio entre lo infinito y lo terrenal.

El vigor del Sol nos gobierna y abastece.
Mediante la unión del Aire, la Tierra, el Agua y el Sol – bajo la rigurosa guía de los astros del calendario- se manifiesta el signo de la sagrada creación de la simiente, identificada con los radiantes colores, blanco, verde, rojo y amarillo.

Cada etnia conoce el nombre de sus Madres Sagradas y de sus Padres Sagrados… Estas Fuerzas Sagradas son preexistentes a la formación del planeta, y cada nombre de ellas es el signo de una energía dual.

Estas energías duales circulan en la atmósfera del infinito, como también circulan en el mundo; circulan en todo signo de cuerpos, animales, vegetales, minerales, el aire, el viento, tempestades, terremotos, etc.

Estos Padres Sagrados proporcionan el equilibrio de todo cuanto existe. No se trata de ‘dioses’, aunque su poder es infinitamente superior al humano. Son:

- La Fuerza Superior (o Dios Mayor) que representa el infinito y el espíritu del Cosmos; esta Fuerza no tiene ni principio ni fin, y tiene un Orden, una lógica, que se impone en el devenir de todos los fenómenos.
- La Fuerza de la Galaxia, de la que el Sol es Hija, rige la vida y la luz.
- La fuerza de la materia oscura, que rige la oscuridad y las tinieblas, y vuelve irracional los hechos por causa de su invisibilidad.
- La fuerza que rige nuestro Planeta Tierra, su gravedad y sus procesos.

En toda sociedad sana y justa, las normas que se imponen están para asegurar la observancia de las leyes de la Naturaleza.

Cada lugar es un lugar sagrado vinculado y ligado a los grandes lugares sagrados, los mares, las cordilleras, las amplias llanuras, las selvas y bosques. Entonces, la ley del cuidado del territorio que ocupamos nos conduce a aportar a la suprema tarea de cuidar la Tierra y el conjunto de sus sublimes riquezas y de esa forma ser dignos de la vida.

Para cuidar la posibilidad de la Vida se ha de estar vigilantes ante todo fenómeno que ocurra en estas tierras. Nuestra capacidad reflexiva tiene como único fin estar dirigida a mantener el equilibrio, la simetría dual de todo cuanto existe.

Cada fenómeno y cada criatura vegetal y animal cumple una parte en el plan.

Sólo los productos humanos son basura y residuo. Los humanos que olvidaron las consecuencias de la vanidad y la codicia, y están propugnando la destrucción.

La Ley natural es simple, de humildad, de mensajes de imitar lo natural. La ley natural nos manda mantener una riqueza de equilibrio en lo espiritual y en lo material.

- “Somos responsables por la belleza”.

Este mensaje es trasmitido por los maestros espirituales aborígenes y antepasados renacidos.

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