El hombre verdadero desarrolló un elevadísimo nivel de conciencia y muy bajo egocentrismo.
Sabe que sólo no puede, por eso lo importante es la comunidad.
Los "hombres verdaderos" están tan perfectamente alineados con los ritmos y leyes de la naturaleza que no tienen miedo.
No elaboran grandes planes; se dejan llevar confiados por la vida; no intentan combatir a la naturaleza, que es la fuente de las experiencias que dan aprendizaje y sabiduría.
Afrontan dificultades y peligros sin amedrentarse.
Se sumergen en las aguas como peces, cruzan el fuego, penetran el monte enmarañado, van por el frío y el calor.
La tierra los sustenta con chanchos salvajes y miel.
Duermen con placidez por las noches. Su comida es sencilla. Respiran profundamente el aire verdadero.
Su conocimiento alcanza las Leyes Cósmicas.
Mentes libres de subjetiviso. Frentes despejadas. Rostros serenos. Lo que sale de ellos sale tranquilamente, como las cuatro estaciones.
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